Tengo una gran cantidad de estímulos, ahora mismo. Sin ir más lejos, a mi izquierda hay un tipo analizando diversos precios en videojuegos antiguos en distintas tiendas de Japón. Detrás, un viejo CRT en cuyo scart anda conectada una Wii que, a su vez, mediante la carga de copias, está emulando una GameCube. Y, a través de dicha triquiñuela, se está ejectuando una copia algo ilícita del The Legend of Zelda, Wind Waker. Iba a probar un mando nuevo de GameCube que he conseguido hace poco; he tratado de hacer un buen uso del mismo jugando F-Zero (otra copia, por supuesto) pero, entre la mezcla de sueño y un poco de chardonnay (no nos vamos a engañar), el colega Falcon estaba rozando el límite entre el desparpajo y el ridículo.
Por ese motivo he decidido probarlo surcando los mares con Link.
Es un juego que se me ha atragantado un par de veces, no os voy a mentir. El hecho de dar vueltas con el barco no termina de convencerme… ¡Pero copón, que es un Zelda! Habrá que darle otra oportunidad, digo yo. ¿Qué mejor manera de darle brío a un nuevo mando? Jamás (sin broma de por medio) tuve un mando oficial de GC. Manda narices que a mis 30 años lo haya conseguido por primera vez. Aunque, si lo paras a pensar… Nunca es tarde si la dicha es buena.
Cargo la iso con el Nintendont.
“Tela como ha evolucionado la scene de Wii”, pienso. “Hace años era algo más insufrible”.
¿Quieres los 60hz? El mando reacciona bien. ¿Qué quiere hacer usted, humilde caballero? “Hombre, pues veamos qué tal la partida que tenía empezada”. Y, al ver la fecha…
¡2008! ¡Pero si lo jugué hace cuatro días!
Pues parece ser que no… Parece ser que ya hace casi 12 años que opté por empezar una partida de este juego; que, en otro CRT (ya fallecido), con una Wii pirata, metido en mi habitación (viviendo con mis padres), ya estaba “liado” tratando de vencer otra vez al espíritu maldito del universo Zelda. ¡Y en esa época ya me parecía un título de corte antiguo!
Hoy, a las 3 y pico de la mañana, exprimiendo las últimas horas que tengo de vacaciones, un sentimiento de nostalgia pura me ha recorrido el cuerpo. Por aquella época era un chaval de 17/18 años; creía que era mayor, pero no era más que un crío. Un crío que ya sentía esa “nostalgia” por los juegos de SNES y PSX, y que empezó a escudriñar el mercado de eBay para hacerse con los Final Fantasy, los Donkey Kong, algún que otro Mario… Y fíjate tú, que ahora me veo 12 años más tarde, ¡con una nostalgia al cuadrado! Bendita ambivalencia emocional…
En otro orden de las cosas, hace un rato, poniendo orden (precisamente) en el despacho, he sacado el antiguo mando de PS2 que compró mi padre para hacer compañía al Dualshock 2 oficial y poder jugar a dobles. Lo he limpiado, le he hecho una fotografía y, a modo de pequeño recordatorio, le he enviado una foto por Whatsapp.
“El megamando que vas comprar fa 20 anys encara aguanta estoicament. M’ha fet gràcia veure’l, m’has vingut al cap. Descansa!”
Y es que es maravilloso como conectamos elementos, imágenes, fechas… Con momentos, estímulos antiguos, recuerdos. Hoy me he despertado tarde, algo mal dormido; he estado parte del día divagando sin hacer gran cosa… Y, gracias a redescubrir un mando no oficial de PS2, y haber cargado una copia del Windwaker para probar, precisamente, otro controlador, me he transportado a otra época; más feliz por ser más ingenua, más inocente por ser más joven, más pura por tener menos preocupaciones. Una época que, si bien no volverá, perdura en el fondo de mis pensamientos.
Momentos felices con familiares, la primera vez que desempaquetas una consola en compañía, el buen sabor de boca que se te queda al descubrir una nueva aventura por primera vez, dar un par de “toques” a la vieja Sony para que deje de hacer ruido, el primer Tuscan recibido como premio en Gran Turismo 2 (¡y la consecuente llamada a tu padre para decirle lo contento que estás!), la primera megaevolución en Digimon World (y cómo se lo vuelves a narrar a tu padre), ¡la primera Pokédex completa!, la primera vez que enseñas a tu madre a conducir en el Test Drive 4, hacer ver que conectas un mando a la PS2 para que tu hermana crea que es una crack en el PES, las escapadas en la plaza con tu amigo de toda la vida y un par de GameBoy Camera, el Donkey Kong Country 3 bajo el árbol de Navidad, las mil partidas mano a mano al Tetris de la Game Boy con tu padre, las veces que tu padre te conseguía “el cohete” en el Tetris de la NES…
Las ligas en el PC Fútbol 5.0, perder contra la Real en la Copa del Rey y que tu padre quisiera reinstalar el juego para que empezar de nuevo (y tú, obviamente, negarte), los trueques con los amigos (y no tan amigos), videoclubs, flipar con la Hobby Consolas, elegir un juego cada mucho tiempo (elige bien), más videoclubs… Ahora, recuperar juegos clásicos y antiguos, rejugarlos, compartirlos con las personas citadas anteriormente…
Llorar, de vez en cuando. Llorar es bueno.
En definitiva; revivir. Revivir momentos que todos y cada uno de nosotros sabemos que jamás volverán, pero que están grabados a fuego en el fondo de nuestros corazones y nuestras retinas. Lógico que se pueden aplicar a más campos; el cine, las series, los cuentos, un paisaje, un paseo, aquel concierto, aquellas fiestas mayores, aquellas vacaciones… Pero, mi forma “tangible”, el nexo entre lo terrenal y mis recuerdos… Seguirá siendo aquél mando de PS2 insufrible, mi copia del Video 3 del Digimon World, la NES reprecintada en celofán para que no se estropee, el póster de Donkey Kong que colgué en la habitación años atrás, las fotos de mi hermana en “modo bebé” en la GameBoy Camera, el Ocarina of Time, los Pokémon, la carta que regabalan con el juego de YuGiOh…
Incluso mi partida de 2008 inacabada del WindWaker.
Que cada “caza”, juego o partida rápida, os haga felices